Cuando asumimos una posición de liderazgo, la presión por tener todas las respuestas puede ser enorme. Queremos demostrar competencia, resolver rápido, y ser útiles. Pero ese impulso —aunque bien intencionado— puede jugar en contra del desarrollo del equipo.
El error de resolver demasiado rápido
Durante un tiempo, mi enfoque era quitar fricción. Si alguien venía con una duda, respondía de inmediato. Si alguien tenía un bloqueo, sugería una solución. El equipo avanzaba, sí, pero yo me volvía el cuello de botella. Sin darme cuenta, estaba generando dependencia.
El cambio vino con una pregunta
En lugar de responder, comencé a preguntar:
- «¿Qué opciones ya consideraste?»
- «¿Qué harías si tuvieras autonomía total?»
- «¿Qué estás dejando fuera de esta conversación?»
Eso cambió el juego. Las personas volvían con propuestas más sólidas, se movían más rápido y con más criterio.
Por qué las preguntas fortalecen equipos
El buen liderazgo no se trata de tener el control, sino de diseñar claridad. Las buenas preguntas:
- Evitan la dependencia
- Estimulan el pensamiento crítico
- Hacen visible lo que está oculto
Consejos prácticos
Antes de responder, prueba esto:
- ¿Estoy ayudando o resolviendo de más?
- ¿Esta respuesta acelera, o inhibe la autonomía?
- ¿Hay una pregunta que puede llevarlos a descubrirlo solos?
Herramienta útil
Prueba estas preguntas en tu próxima junta 1:1:
- «¿Qué ves que aún no estamos atendiendo?»
- «¿Qué parte de esto te resulta obvia pero no dicha?»
- «¿Qué decisión sería más simple si aclaramos este punto?»
Reflexión final
Liderar no es cargar con todo. Es facilitar pensamiento, empoderar criterio, y construir espacios donde la gente pueda dar lo mejor. Y a veces, la mejor herramienta para eso es una buena pregunta.